Conseguir nuevos clientes o reemplazar a uno que se pierde no es fácil y, caso de conseguirlo, supone ineludibles costos (que no son sólo comerciales). Actualmente es ampliamente aceptada la existencia de un fuerte vínculo entre el grado de satisfacción del cliente, el mantenimiento y la rentabilidad de la empresa.
La satisfacción del cliente se ha convertido
en un objetivo principal para muchas empresas. Se ha invertido
mucho en la mejora de las áreas o actividades
que contribuyen de forma importante a la consecución de la satisfacción
del cliente, como la calidad y la atención al cliente. Este hecho se ve reflejado
en todas las “declaraciones de intenciones” de las empresas,
que
suelen
incluir alguna referencia relacionada
con la satisfacción
de sus
clientes.
Lo que se pretende
con la evaluación de la satisfacción es dar una valoración objetiva a la percepción
de los clientes sobre la
actuación de nuestra empresa como proveedor y utilizar posteriormente esta información para mejorar
el rendimiento en
aquellas áreas que contribuyen más a aumentar la satisfacción
del cliente. Esto
ayudará a que las
empresas puedan incrementar sus beneficios al “hacer mejor
lo que más le importa a
los clientes”.
Una empresa promedio pierde entre el
10 y el 30 % de sus clientes
cada año pero, a menudo, no sabe que clientes ha perdido, cuándo se han perdido, por qué se han perdido
y cómo ha afectado esta reducción del número de clientes a los beneficios de la empresa. Tradicionalmente, no suelen preocuparse por los clientes que pierden, sino que dan más importancia al hecho de conseguir nuevos clientes. Así, la empresa se puede convertir en una cartera sin fondo: su clientela se va y, sin embargo, la Dirección,
en vez de concentrarse en arreglar el agujero,
dedica sus recursos a “incorporar” más y más clientes nuevos
a la cartera.
El descontento constituye la causa fundamental de la reducción
de clientes. Pero, ¿qué es lo que
produce el descontento del cliente? Normalmente este
descontento suele producirse por
desajustes entre lo que el cliente esperaba de nosotros (expectativas) y el servicio
real prestado (experiencia). Los desajustes
entre las expectativas
y las experiencias pueden venir motivados por las siguientes
causas:
- Las expectativas generadas acerca del servicio difieren de lo que finalmente se ofrece.
Ello viene motivado por la imagen comercial
dada de los servicios prestados debido a
su afán por captar clientes, creando
muy fácilmente en la mente de los clientes unas
expectativas que serán difíciles
de satisfacer.
- La percepción de las expectativas del cliente por parte de la empresa son inexactas.
Ello viene motivado
por un desconocimiento exacto de las necesidades y prioridades de sus clientes. Si no se conoce realmente
lo que es importante para los clientes, es
poco probable que podamos
“hacer mejor lo que más les importa a los clientes”
por mucha importancia que se le otorgue a la calidad y al servicio. Por lo tanto, lo primero
que debemos hacer es preguntarle al cliente que es para él lo importante.
- Las expectativas de los clientes no se traducen en procedimientos o formas de trabajar adecuadas.
Aunque sepamos lo que más les importa a los clientes,
seguiremos sin conseguir satisfacer a nuestros clientes
si no trasladamos estas expectativas del clientes a los procedimientos y sistemas de trabajo apropiados.
-
El servicio difiere de las especificaciones que se dan al cliente.
A veces
los procedimientos definidos están a la altura de
las necesidades y las
prioridades de los clientes, pero no consiguen
un alto nivel de satisfacción porque el personal no ha recibido
la
formación o sensibilización suficiente para
seguir
los
procedimientos al pie de la letra en todo momento.
- La percepción del cliente no se corresponde con el servicio que se ofrece.
Hay situaciones en
las que la percepción
del cliente sobre el rendimiento
de nuestra empresa puede ser distinta a la realidad.
Un cliente si en algún momento del pasado
fue tratado por nuestro personal
de forma descortés
y poco servicial, se habrá formado
una mala opinión sobre nuestra empresa y puede ser necesario
que transcurra un tiempo considerable, además
de necesitarse una gran dosis de atención
personal y de buena calidad antes
de que dicha percepción se modifique.
La mejora en la conservación del cliente se traduce en un aumento de los beneficios. El valor a largo plazo de un cliente es una función del tiempo medio que el cliente permanece con nosotros multiplicado por el tiempo que conservaremos al cliente. Lo que se puede conseguir mediante pequeños incrementos en los índices de conservación del cliente o, lo que es lo mismo, aumentos de la fidelidad, es que la facturación aumente considerablementecon un costoasociado relativamente pequeño.
Cuando hemos tratado
bien a un cliente, es más probable
que realice más operaciones
o que recomiende los servicios
que les hemos prestado. Además, los clientes fieles suelen buscar
menos los precios más bajos y el costo de venderles
es mucho menor que el costo de captar
nuevos clientes de la competencia. Un cliente satisfecho constituye la forma más barata y efectiva de publicidad para una empresa.
Por el contrario, los clientes decepcionados
no sólo se llevarán sus negocios, sino que también
hablarán a los demás sobre su mala experiencia.
Se pueden necesitar varias experiencias positivas para obtener la fidelidad del cliente, pero sólo hacen falta dos negativas
para crearse un
enemigo de por
vida. Si consideramos
nuestra propia experiencia y conducta como consumidores por un momento,
nos daremos cuenta que actuamos de esta forma tanto en el ámbito
privado como en el profesional.
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